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A aquel que pretende coger la pluma por primera vez y convertirse en poeta en una semana mi libro no le sirve para nada. Mi libro es para aquel que, por encima de los múltiples obstáculos, quiere convertirse en poeta. Y un poeta es una persona consciente de que la poesía es uno de los desafíos más difíciles que existen, y a pesar de ello quiere conocer y transmitir a otros esos procedimientos que muchas veces transcurren por caminos misteriosos.

Estas son las conclusiones:

1. Poesía es industria. De las más difíciles y complicadas, pero, a pesar de todo eso, es una industria.

2. Aprender el oficio de poeta no es aprenderse el modo de hacer un cierto tipo de obras poéticas. Es explorar los medios utilizados  para cualquier trabajo poético y estudiar sus prácticas lo que ayudará a crear otras nuevas.

3. Originalidad. La novedad del material y de los procesos es obligatoria en cada obra poética.

4. El poeta debe trabajar a diario para mejorar sus recursos y sobre todo para ir acumulando sus reservas poéticas.

5. Tener un buen cuaderno de notas y saber usarlo es mucho más importante que saber escribir sin errores en base a la vieja y caduca métrica poética.

6. No es necesario comenzar produciendo poesía en serie para obtener un único y brillante verso. Hay que dar la espalda a una futilidad poética tan poco racional. Solo se debe coger la pluma cuando no existe otro medio de expresión que no sea el verso. Solo debemos lanzarnos al trabajo poético en el momento en el que sentimos con nitidez el susurro de una obligación social.

7. Para comprender correctamente la obligación social el poeta debe situarse en el centro de las cosas y de los acontecimientos. Conocer la teoría económica, estar al tanto de la vida real, interesarse por la historia y la ciencia, es para el poeta una parte esencial de su trabajo y un aspecto mucho más importante que los manualitos escolásticos de profesores idealistas que idolatran a las antiguallas.

8. Para conseguir una mejor y más eficaz interpretación de la obligación social es necesario colocarse a la vanguardia de la clase social a la que pertenece el poeta, y luchar en todos los frentes en los que esté inmersa esa clase. Es necesario romper en mil pedazos el tópico de que el arte es apolítico. Esa vieja leyenda aparece ahora bajo la verborreica apariencia de los grandes cuadros épicos -primero épicos, después objetivos y al final no toman partido-, con un estilo grandioso -primero grandioso, después elevado y al final divino-.

9. Los juicios al azar y la individualista, carente de principios y caprichosa subjetividad del gusto, solamente pueden ser eliminados si consideramos al arte como un oficio. Solo considerando la poesía de esta manera lograremos situarla en el mismo plano que otros géneros literarios. Poemas junto a crónicas de los rabcors. Esto nos dará la posibilidad de abordar el problema de la valoración de la calidad de la obra poética, problema a cuya urgente solución nada aportan los tradicionales análisis místicos del fenómeno poético.

10. No podemos considerar el proceso de producción de un poema, lo que se llama el trabajo técnico, como un valor en sí mismo. Sin embargo, es este trabajo el que hace el poema conveniente para su uso. La diferencia entre las maneras de trabajar un poema es la que diferencia un poeta de otro poeta. Sólo el conocimiento, el perfeccionamiento, la acumulación y la diversidad en los procedimientos poéticos convierten a alguien en un escritor profesional.

11. El ambiente poético cotidiano influye tanto en la creación de una obra auténtica como los demás factores. La palabra bohemia se ha convertido en la designación común de todo lo cotidiano que rodea al artista pequeño-burgués. Se ha luchado mucho contra esa palabra, pero desgraciadamente sólo contra la palabra. En realidad seguimos respirando esa atmósfera enrarecida por los viejos arribismos literarios individualistas, por los intereses de capillitas gruñones y mezquinos, por las zancadillas mutuas y por la poetización de los conceptos, sustituyendo, por ejemplo, «borrachera» por «dulce embriaguez». Incluso es necesario que la imagen del poeta y las conversaciones domésticas con su mujer sean diferentes, definidas por su propia producción poética.

12. Nosotros, los Lefs, nunca hemos pretendido ser los únicos poseedores de los secretos de la creación poética. Pero somos los únicos que queremos descubrir esos secretos, los únicos que no queremos una veneración artístico-religiosa para, una vez conseguida, especular con ella como puros comerciantes.

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Vladimir Maiakovski, 1926.

Extraído de «Cómo hacer versos». Vladimir Maiakovski. Traducción de Ismael Filgueira Bunes. mono azul editora. Colección Vuelapluma. 2009.


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